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dimarts, de juliol 15, 2008

Catalans jansenistes

Enric Juliana escrivia una interessant crònica diumenge a La Vanguardia a rel de la que creu que ha de ser inevitable entesa entre el País Valencià i Catalunya. Enmig, extreu una interesssant teoria sobre el caràcter del català (catolicisme jansenista) i del valencià (catolicisme barroc), contrast del que ja n'he parlat en alguna ocasió. I que a Mataró, per cert, es viu en alguns àmbits, no tan en contrast amb el valencià sinó amb l'andalús, i provoca situacions fantàstiques o explica alguns dels comportaments ciutadans... En fi. Ara extrec alguns fragments de l'article de Juliana:
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Pura gesticulación barroca: "¡La vida es una comedia!". Un catalán jansenista jamás lo proclamaría así, con tanta intención y con tan alegre carcajada. (...)."La vida es una comedia y hay que saber interpretarla".

A un catalán jansenista - montserratino, por tanto- siempre le costará admitir la vida como teatro. Es demasiado doloroso. Es una cruda revelación incompatible con la sonrisa.

Primo hermano del luterano, el católico jansenista - muy episcopal, más bien poco del Papa y precavido ante la Monarquía, es decir, afecto al poder próximo y desconfiado del cetro lejano- tiende a interpretar la seriedad como plasmación de un orden celestial. Los luteranos fueron drásticos y separatistas. Los jansenistas, sobre todo en su variante francesa (el galicanismo), soñaban con una autonomía episcopal fuerte y bien llevada. Eran rigoristas, pero sin exagerar. Por ello, el catalanismo siempre ha sido antibarroco, que es un vitalismo espectacular, aparatoso y muy romano. Una verdad exagerada. Una angustia camuflada, por tanto.

En los años sesenta y setenta, tiempos de guitarra, arpillera y ermita románica, el catolicismo jansenista entró en diálogos con el marxismo mediterráneo, dogmática fantasiosa y adaptable que navegaba por el mar Adriático, entre los puertos de Italia y de la República Federal Socialista de Yugoslavia. (...)

Por ser antibarroco, el catalanismo de guitarra, arpillera y ermita románica se rió de las fallas valencianas y de la Geperudeta, deidad romana que preside la ciudad de Valencia bajo el nombre de la Verge dels Desemparats. Cuando Jordi Pujol se dio
cuenta, ya era demasiado tarde. "Los catalanes no hemos sabido entender las fallas y la Geperudeta", dijo un día, con ese tono veraz que siempre sabe dar a sus palabras. Pujol, que de Valencia lo sabe todo, seguramente se apercibió del error mucho antes, pero durante 23 años, suyo, muy suyo, fue el ritmo del discurso catalán dominante.

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Foto: La Verge dels Desemparats, la Geperudeta, patrona de València. Autor: Alejandro Herrero.
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