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diumenge, de febrer 14, 2010

La felicitat pesa

Como los demás, el placer de sentirse inteligente no es un placer que se experimente a diario, pero yo lo experimenté no hace mucho cuando leí una frase de Keats (“Soy un cobarde: no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz”) y la entendí a la primera, pero sobre todo cuando después leí el comentario que de esa frase hace Cioran: “Para calar a alguien, para conocerlo realmente, me basta ver cómo reacciona a esas palabras de Keats. Si no comprende inmediatamente, inútil continuar”. A mí Cioran me hubiese calado de inmediato. Pero discrepo en una cosa de él: no creo que, si alguien no entiende a la primera la frase de Keats, sea inútil continuar; quizá sólo haya que esperar un tiempo: quizá antes de los veinte años sea casi imposible comprender que la felicidad supone soportar con valentía cierta carga de sufrimiento, mientras que a partir de los cuarenta eso lo entiende hasta un tipo como yo. Por lo demás, también es verdad que basta leer con atención casi cualquier novela de casi cualquier gran novelista para entenderlo. En Indignación, la penúltima novela de Philip Roth, Marcus Messner, un judío virginal que estudia en una puritana universidad del Medio Oeste, invita una noche a cenar a una chica bellísima, distante y aristocrática que al terminar la cena le transporta directamente al paraíso practicándole una felación. Incapaz de aceptar sin más ese regalo maravilloso, Marcus no sabe qué pensar de su benefactora y sobre todo no sabe qué pensar de su no saber qué pensar: “¿Cómo era posible que semejante felicidad fuese también una carga tan pesada? Yo, que debería ser el hombre más satisfecho de todo Winesburg, era en cambio el más desconcertado”. Ahí está la cobardía: ahí está el sufrimiento de ser feliz.
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Javier Cercas, "La inteligencia y el silencio" (fragment), a El País Semanal, 7.2.2010. Il·lustració: Lucian Freud, "After the Bridegroom", 1995.
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