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Parece excéntico y grotesco porque no acepta la creencia general de que lo lanco es amarillo. Ha basado toda su brillantez y su solidez ene el hecho muy manido, pero siempre olvidado, de que la verdad es más extraña que la ficción. Por supuesto, la cerdad tiene que ser necesariamente más extraña que la ficción, porque la ficción la hemos hecho nosotros a nuestra medida. (...)
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Decía que los ideales conservadores eran malos no porque fuesen conservadores, sino por ser ideales (...) que la regla de oro es que no hay regla de oro.
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Lo valioso y amable a nuestros ojos es el hombre, el viejo hombre que bebe cerveza, inventa credos, lucha, fracasa, el sensual y respetable hombre. (...) Cuando Cristo, en un momento simbólico, estableció su gran sociedad, eligió como piedra fundamental no al brillante Pablo ni al místico Juan, sino a un confuso, un esnob y un cobarde: en una palabra, un hombre. Y sobre esa roca construyó Su Iglesia.
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Decía que los ideales conservadores eran malos no porque fuesen conservadores, sino por ser ideales (...) que la regla de oro es que no hay regla de oro.
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Lo valioso y amable a nuestros ojos es el hombre, el viejo hombre que bebe cerveza, inventa credos, lucha, fracasa, el sensual y respetable hombre. (...) Cuando Cristo, en un momento simbólico, estableció su gran sociedad, eligió como piedra fundamental no al brillante Pablo ni al místico Juan, sino a un confuso, un esnob y un cobarde: en una palabra, un hombre. Y sobre esa roca construyó Su Iglesia.
G.K. Chesterton, Herejes, Ed. Acantilado, Barcelona, 2007, p. 41-50
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