Javier Cercas escrivia el passat 27 de desembre un article a propòsit d'Enric Marco i el film documental que s'ha estrenat sobre la seva figura (d'on prové la foto), i hi contenia aquest paràgraf que vull compartir amb vosaltres.
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Al menos desde hace unos años el peor enemigo de la izquierda es la propia izquierda; es decir: el kitsch de izquierda; es decir: la conversión del discurso de la izquierda en una cáscara hueca, en el sentimentalismo hipócrita y ornamental que se ha dado en llamar buenismo. Pues bien, en sus intervenciones públicas Marco supo encarnar con maestría esa prostitución o esa derrota de la izquierda; o dicho de otro modo: las mentiras de Marco vinieron a satisfacer una masiva demanda vacuamente izquierdista de venenoso forraje sentimental aderezado de buena conciencia histórica. Las implicaciones del caso Marco, sin embargo, no son sólo políticas o históricas; también son morales. De un tiempo a esta parte la psicología insiste en que apenas podemos vivir sin mentir, en que el hombre es un animal que miente: la vida en sociedad suele exigir esa dosis de mentira que llamamos educación (y que sólo los hipócritas confunden con la hipocresía); Marco exageró y pervirtió monstruosamente esa necesidad humana. En este sentido se parece a don Quijote o a Emma Bovary, otros dos grandes mentirosos que, como Marco, no se conformaron con la grisura de su vida real y se inventaron y vivieron una heroica vida ficticia; en este sentido hay algo en el destino de Marco, como en el del Quijote o la Bovary, que profundamente nos atañe a todos: todos representamos un papel; todos somos quienes no somos; todos, de algún modo, somos Enric Marco.
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