La sentencia y la respuesta del sábado [...] demuestra claramente que el TC ha conseguido convertir la desafección en rechazo, irritación y hartazgo. Hay que reflexionar, porque a esto hay que darle una salida.
La salida independentista es seguramente la más atractiva emocional e intelectualmente, pero creo que (como ocurría hace 40 años con el marxismo) plantearla ahora como solución no es lo más adecuado desde un punto de vista político, ni por las condiciones externas ni por las internas. Un proceso de segregación, hoy, en Europa necesita una voluntad mayoritaria interna y una disposición externa al pacto. Hace falta que una mayoría de los ciudadanos de Cataluña lo quiera y que el Estado esté dispuesto a discutirlo. No ocurre ni una cosa ni la otra.
Lo primero, por la creciente complejidad de la sociedad catalana. Los sondeos indican que una gran mayoría de los ciudadanos se sienten "catalanes y españoles". Algunos, como es mi caso, incomparablemente más catalanes que españoles, pero no anti-españoles. Otros, por nacimiento, raíces y afectos, "tan catalanes como españoles". [...] No creo que el independentismo nos resuelva nada a corto plazo, y sin mayoría, podría conducir a la fractura social.
Entiendo perfectamente que se me haga la pregunta, que yo también me hago: ¿todavía crees que es posible un pacto? Esta es mi respuesta: soy catalán por naturaleza y lo seguiría siendo aunque no quisiera. Soy español porque necesito un Estado (mientras estos existan) y, aunque con algunas incomodidades, el Estado democrático que se configuró en la Constitución me amparaba y me permitió, hasta mediados de los noventa, pensar que avanzaríamos en su desarrollo. Estoy dispuesto a ser español siempre que no se me obligue a ser menos catalán de lo que soy y mientras el Estado me defienda a mí, mi nación, mi lengua, el futuro de mis nietos y todo aquello con lo que me identifico. Ahora no veo que sea así.
Si la España futura es lo que deja entrever la ideología del PP, lo que ha destilado una gran parte de los medios de comunicación de Madrid y lo que ha teorizado, sin que nadie se lo haya pedido, el TC, la Cataluña de la que yo formo parte no cabe en este Estado. Si hay una España posible plural y abierta, como la que me describió en 2003, en una conversación privada en Mataró, José Luis Rodríguez Zapatero, recién elegido secretario general del PSOE, creo que sigue habiendo acomodo.
La salida independentista es seguramente la más atractiva emocional e intelectualmente, pero creo que (como ocurría hace 40 años con el marxismo) plantearla ahora como solución no es lo más adecuado desde un punto de vista político, ni por las condiciones externas ni por las internas. Un proceso de segregación, hoy, en Europa necesita una voluntad mayoritaria interna y una disposición externa al pacto. Hace falta que una mayoría de los ciudadanos de Cataluña lo quiera y que el Estado esté dispuesto a discutirlo. No ocurre ni una cosa ni la otra.
Lo primero, por la creciente complejidad de la sociedad catalana. Los sondeos indican que una gran mayoría de los ciudadanos se sienten "catalanes y españoles". Algunos, como es mi caso, incomparablemente más catalanes que españoles, pero no anti-españoles. Otros, por nacimiento, raíces y afectos, "tan catalanes como españoles". [...] No creo que el independentismo nos resuelva nada a corto plazo, y sin mayoría, podría conducir a la fractura social.
Entiendo perfectamente que se me haga la pregunta, que yo también me hago: ¿todavía crees que es posible un pacto? Esta es mi respuesta: soy catalán por naturaleza y lo seguiría siendo aunque no quisiera. Soy español porque necesito un Estado (mientras estos existan) y, aunque con algunas incomodidades, el Estado democrático que se configuró en la Constitución me amparaba y me permitió, hasta mediados de los noventa, pensar que avanzaríamos en su desarrollo. Estoy dispuesto a ser español siempre que no se me obligue a ser menos catalán de lo que soy y mientras el Estado me defienda a mí, mi nación, mi lengua, el futuro de mis nietos y todo aquello con lo que me identifico. Ahora no veo que sea así.
Si la España futura es lo que deja entrever la ideología del PP, lo que ha destilado una gran parte de los medios de comunicación de Madrid y lo que ha teorizado, sin que nadie se lo haya pedido, el TC, la Cataluña de la que yo formo parte no cabe en este Estado. Si hay una España posible plural y abierta, como la que me describió en 2003, en una conversación privada en Mataró, José Luis Rodríguez Zapatero, recién elegido secretario general del PSOE, creo que sigue habiendo acomodo.
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