El PSOE se equivocaría, sin embargo, si confía en exceso en el actual y paralelo descontento con la derecha española, incapaz de zafarse del marasmo en el que la ha introducido la trama urdida por Correa. La volatilidad del voto está aquí para quedarse y hoy más que nunca los votos han de ganarse, no darse por supuestos. Haría bien, por tanto, en cartografiar la dirección del cambio, por muy contradictorio que parezca. Y tengo para mí que éste pasa por disolver la paradoja a la que antes aludía. Tal y como aprendimos de Obama, la cuestión estriba en establecer un adecuado balance entre pragmatismo y utopía, y en saberlo transmitir. ¿Cuál es el concepto de la buena sociedad que hemos de alcanzar y cómo presentarlo para no ahuyentar a ciudadanos temerosos de todo cambio, pero no por ello menos dispuestos a dejarse ilusionar? La clave está en ofrecer una gestión solvente y atenta al terreno que se pisa, pero dirigida por alguna visión, el proyecto de una sociedad que no se consuma en más de lo mismo. Apartarse, por tanto, de esa imagen ofrecida últimamente por la socialdemocracia, en la que aparecía más como defensora del status quo que como portadora de un proyecto transformador; más empecinada en conservar sus logros históricos, el Estado de bienestar, que por redefinir sus objetivos de cara al futuro.
Parece, en efecto, una tarea más propia de alquimistas que de políticos, pero no es imposible. Tal vez haya que empezar por lo más básico, por introducir una forma de hacer política que no sea la habitual, dominada por el tacticismo y el control de los aparatos de partido. No es posible una reivindicación de la política en estos tiempos de crisis si no se recupera la confianza en ella.
Parece, en efecto, una tarea más propia de alquimistas que de políticos, pero no es imposible. Tal vez haya que empezar por lo más básico, por introducir una forma de hacer política que no sea la habitual, dominada por el tacticismo y el control de los aparatos de partido. No es posible una reivindicación de la política en estos tiempos de crisis si no se recupera la confianza en ella.
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Ho diu Fernando Vallespín avui a El País (fragment).
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