Era el comandante O'Brien, de la legión extragnera francesa (...) que, tal como cabía esperar de un oficial de ese famoso regimiento de derrotas victoriosas y exitosos suicidios, tenía un aire decidido y melancólico al mismo tiempo.
G.K. Chesterton, Los relatos del Padre Brown, Ed. Acantilado, Barcelona 2009 (2), p. 37.
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