dimecres, de setembre 10, 2008

Estimar l'instant

Al bloc d'en Jaume Subirana em trobo un fragment d'un llibre de Paulina Crusat sobre l'obra de Josep Carner. Bellíssim, com qui no vol la cosa, ens desgrana el pas vital, moral, essencial que hi ha entre descobrir que "tot passa", intel·ligentment, al "tot queda", sàviament. I que som en relació a un entorn, en un temps, que cal comprendre mentre l'abastem. El copio.
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Tres líneas le bastan a Carner para hacernos saber lo que es un ciruelo, otras tres para fijar el carácter de un almendro en particular. Serán, almendros y demás, como Manent nos advierte, árboles antropomorfistas, ya que el hombre se toma siempre por medida de todo; mas es una justa medida, puesto que en la Tierra no hay otra, y hasta el día en que algo pueda inducirnos a creer que un manzano se piensa a sí mismo, habremos de aceptar como sentido suyo auténtico y único el mensaje que su presencia irradie hacia el alma del hombre. Si es cierto que los hombres les prestan sus sentimientos a las cosas, no es menos cierto que a menudo los han aprendido de ellas. Los tallos han enseñado a decir “gracia” y las fuentes “pureza”. Carner es recopilador y descifrador maravilloso de esos signos, que son como el alfabeto de la felicidad.
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El objeto elegido, pulcramente disecado de toda fibra inútil, su mano, más ligera que la de un cirujano ilustre, nos lo alarga intacto, sin que haya sufrido un filamento o el polvillo de plata de una hoja. Y no sólo los seres de toda especie dicen en Carner, con brevedad de oráculo, su modo y su razón de ser, su esencia y su quintaesencia. Lo dicen el aguacero fino y el plenilunio de otoño, el mes de noviembre y el día de marzo. Lo dice el instante más veloz. Nadie amó más que Carner el instante; pero los poetas del instante y el color del tiempo suelen decir sin palabras: “Todo pasa”, y Carner dice “Todo queda”. Eterniza el momento, no sólo salvándolo del olvido, sino convirtiéndolo en modelo de sí mismo.
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