Una de les darreres entrades del bloc de Gregorio Luri es deté a parlar de l'encíclica papal que modestament jo vaig recomanar un estiu [vegeu Benet a Roma, 2006]. Diu Luri que Benet XVI "comienza diciendo que los griegos dieron el nombre de eros al amor que no nace de la voluntad, sino que se impone al ser humano (retengamos esta idea) y añade que el Antiguo Testamento (que es el testamento del Dios oculto de los judíos que se manifiesta a través de la Ley inmutable) utiliza dos veces el término "eros", mientras que el Nuevo Testamento no lo utiliza ni una; prefiere los términos philia y agapé. Esta substitución “denota algo esencial en la novedad del cristianismo". La tesis del papa me parece digna de ser pensada en sí misma, pero no es eso lo que me interesa resaltar, sino el hecho de que para argumentarla recurra ni más ni menos que a Nietzsche. Lo hace con toda normalidad, como si fuese de sí que en estas cosas hay que tenerlo presente. En lugar de anatemizar al profeta de la muerte de Dios, se detiene a hablar con él. Aquí, en este gesto, se pone de manifiesto la manera que tiene el papa de practicar lo que dice. Este es un gesto revolucionario que, por lo que veo, para la inmensa mayoría de los teólogos cristianos, ha pasado desapercibido", es lamenta.
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Luri sospita, amb aquest diàleg amb Nietzsche, que el Papa Benet XVI "les está abriendo una puerta a los cristianos para pensar la posibilidad de superar la postmodernidad en lugar de negarla".
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El nostre filòsof navarrès del Maresme destaca de quina manera Benet XVI creu que l'eros ha estat assumit per la pràctica religiosa, no pas negat, i posa com a exemples els cultes de la fertilitat i fins i tot la prostitució sagrada, que les versions amoroses del cristianisme vénen a superar amb l'agape i la caritas. "Pero si eros es el fundamento de todo", diu Luri interpretant el papa Benet, "es también el fundamento de lo mejor y de lo peor y, en este sentido, mantener la divinidad de eros significaría preservar lo mejor que hay en él. Es evidente -añade el papa- que eros necesita disciplina y purificación para poder ofrecerle al hombre algo así como un "pregusto" de las mejores posibilidades de su existencia. La realización de la promesa implícita en eros exige "una purificación y una maduración que incluyen también la renuncia. Eso no significa rechazar a eros ni envenenarlo, sino sanearlo"."
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Il·lustració: Eric Fischl.
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