L'antropòleg i monjo de Montserrat Lluís Duch , l'intel·lectual més savi de Catalunya en paraules d'Antoni Puigverd, i el professor Albert Chillón -foto- (que estan fent coses molt interessants conjuntament, aviat un llibre on el segon entrevista el primer) escriuen aquesta setmana un magnífic article a La Vanguardia sobre l'afer de la identitat [reproduït aquí al bloc de Daniel Fernàndez] en el que defensen que la tensió col·laborativa entre el centre i la perifèria pot esdevenir quelcom de més fecund. I és quelcom que e spot aplicar en molts més casos que en el que habitualment ens ocupa, el fet nacional. Diuen
La apoteosis del identitarismo es uno de los más acuciantes síntomas de la crisis general que vivimos, cuyo alcance rebasa con creces la esfera económica y empapa todos los ámbitos del Occidente posmoderno, globalizado a matacaballo. El declinante ascendiente normativo de cierto cristianismo dogmático, unido al ocaso de las grandes ideologías modernas – con el redentorismo marxista al frente-,ha propiciado un escenario social paradójico e incierto, aquejado por muy distintas y aun contrarias derivas. El espíritu de nuestro tiempo ha sido descrito como desacralizador e irónico, desencantado y desmitificador, relativista y secularizado. Y sin embargo, al mismo tiempo, se perciben en él inercias de signo opuesto (...).
Es menester agregar, por otra parte, dos precisiones relevantes. La primera es que esas identidades presuntamente homogéneas ocultan la pluralidad social que de facto existe, justo en una época señalada por la creciente mezcolanza cultural, étnica, cultual e idiomática que en todos los órdenes se observa. Y la segunda, que cada ciudadano es en sí mismo plural, ya que tiende a identificarse con muy distintos imaginarios – religiosos, deportivos, tribales, sexuales, nacionales-ya acuñados, y no con uno en exclusiva. (...)
Los seres humanos somos inveteradamente relacionales, como lo son nuestras obras y frutos. Obligados a buscar siempre inestables equilibrios entre cada centro y sus respectivas periferias, corremos el riesgo de arrostrar conflictos sin cuento si articulamos deficientemente nuestros vínculos. Esta premisa resulta crucial para entender, más allá de la palabrería al uso, la actual crisis de relaciones España-Catalunya: a partir de una comprensión esencialista y ahistórica de las llamadas raíces,desde el centro se pretende que todo sea centro, y desde la periferia, que todo sea periferia asimismo. Durante los últimos siglos, el centro ha intentado invadir la periferia, y la respuesta de esta ha consistido en reconvertir metafísicamente la propia historia. De ahí las trabas que impiden una relativa armonía entre ambos polos, los cuales deberían asumir no sólo como inevitable, sino como potencialmente provechosa, la existencia – y la convivencia-de sensibilidades e identificaciones distintas.
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