Creo que desde la pésima intervención en Somalia, la inacción en Ruanda y el retraso en Bosnia, hemos aprendido bastante en este periodo de transición en cuanto a acciones militares que tienen un componente de apoyo humanitario. Al menos existe un debate de fondo para diferenciar lo que es estrictamente humanitario de lo militar. En Libia, por ejemplo, no es la distribución de ayuda humanitaria lo que es causa de controversia, sino una acción propiamente militar destinada a frenar el avance de las tropas de Muamar el Gadafi y reducir su capacidad de ataque aéreo.
Lo paradójico es que no podríamos proporcionar seguridad (y apoyo humanitario) a la población de Bengasi, para poner un ejemplo, sin antes reducir la capacidad militar de Gadafi, y eso no se consigue con inacción, ni con medios diplomáticos, ni con fuerzas no violentas de interposición, al menos tal como están las cosas. Guste o no, hay que emplear una fuerza, limitada a lo estrictamente necesario, eso sí, que solo pueden ofrecer las fuerzas militares. Y como viejo objetor de conciencia asumo las contradicciones de plantear salidas realistas.
Vicenç Fisas, fragment de "La izquierda y la intervención militar en Libia", a El País, 21.3.2011
En Libia se está interviniendo in extremis, con la legalidad internacional y la razón. Será un duro combate en el que a nuestra exclusión aérea se tendrá que sumar la exclusión de Gadafi por los propios libios, con ayuda. Con Gadafi no habrá paz ni estabilidad, sino todo lo contrario. La no intervención habría supuesto un desastre. Gadafi habría masacrado a los opositores y el mensaje hacia el mundo árabe, que lucha por un futuro mejor, habría sido muy negativo.
Otros dictadores del área habrían sacado sin duda, las oportunas consecuencias: reprimir violentamente, con armas de fuego, a manifestantes pacíficos no tiene consecuencias. Es de esperar que esos dictadores saquen la conclusión opuesta. No se trata de invadir Libia, ni de quitar o poner gobiernos. Pero evitar que ciudadanos indefensos sean liquidados en masa entra dentro de la obligación de proteger y si con esa protección se logra que los propios libios conquisten la libertad habremos alcanzado los dos objetivos.
Nicolás Sartorius, fragment de "No seamos ni lentos ni tacaños", a El País, 21.3.2011
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