Esquirol dice una gran verdad: "Hay personas que recuperan la razón dejando su domicilio, y la pierden de nuevo al volver a entrare en él." La casa favorece la locura y las enfermedades de los nervios; prisión y estercolero en la palabra budista. Amo mi casa, pero soy feliz cuando estoy lejos, no veo las rejas, la razón está tranquila, el pensamiento tiene más desahogo, las costumbres cambian. Quien no tiene casa, quien ha nacido nómada, tal vez no conozca jamás la enfermedad mental.
Guido Ceronetti, El silencio del cuerpo, Ed. Acantilado, Barcelona, 2006, p. 90.
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