
Internet ha dado más posibilidades y aumentado la agilidad de los activistas democráticos, pero también les ha dado nuevos y poderosos instrumentos represivos a los regímenes autoritarios. Según Morozov, "el activismo en Internet es más fácil de estudiar y controlar que el activismo físico y en la calle. ¿Cuál es la ventaja de lograr, gracias a una convocatoria vía Twitter, que 100 jóvenes activistas iraníes se concentren en una plaza a protestar si el Gobierno lee esos mismos mensajes y así se entera de quiénes son estos jóvenes?". Además, los Gobiernos hoy pueden comprar las más avanzadas tecnologías para intervenir comunicaciones telefónicas o mensajes electrónicos, detectar patrones de conducta y estructuras sociales en la Red, así como penetrar los ordenadores de sus enemigos políticos.
Crecientemente, los activistas internautas terminan apaleados o encarcelados y, sin quererlo, sirviendo de valiosos colaboradores del régimen al suministrarle a través de los mensajes electrónicos interceptados los nombres e intenciones de sus aliados. Los cibertontos de hoy ya no son los Gobiernos autoritarios, sino los activistas cuya pasión por la libertad y desesperación ante los abusos de los tiranos los lleva a fiarse demasiado de la privacidad de sus comunicaciones vía Internet.
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