dissabte, de juny 20, 2009

La nació que volem

A rel de la concessió del Premi d'Honor de les Lletres Catalanes al professor Joan Solà, completament merescut per la seva tasca ingent a favor de la llengua, Antoni Puigverd -després de merescuts elogis- es permeté de fer una crítica no a la seva obra sinó a les opinions que alguna vegada ha expressat, a La Vanguardia de dilluns passat. En un moment donat, diu (disculpeu que sigui llarg):
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Mi admiración por el lingüista Joan Solà no me impulsa a divinizar sus planteamientos sociolingüísticos, que, con todos mis respetos, me parecen más emocionales que intelectuales. Solà tiene una visión herderiana, romántica, de la lengua, y con frecuencia avisa de su próxima defunción si no se rompe la dependencia política del Estado español, cuya legalidad impide
jerarquizar a la lengua catalana en sus territorios históricos por encima de la oficial española. Solà parte de una afirmación acuñada en tiempos de la Renaixença: "Llengua = pàtria". Una afirmación que sitúa, de facto, el futuro del catalán ante el desastre, pues, como es notorio, la sociedad catalana está hoy –como ha estado siempre en su historia contemporánea– muy lejos de apoyar una solución soberana.

El independentismo tiene predicamento, pero no es hegemónico, y su hipotético desarrollo, o se hace a costa del abandono de las tesis del monolingüismo, como hizo el independentismo irlandés (y como sugieren en voz baja algunos políticos de CiU y ERC), o, en el supuesto de progresar, acabará suscitando un movimiento antagónico. La división sería fatal para Catalunya y hundiría la lengua más débil.

Es natural que algunos deseen encontrar monolingüismo allí donde existe el plurilingüismo. En realidad lo desean unos y otros (un año atrás polemizaba en estas páginas con los intelectuales que confunden lengua mayoritaria con lengua común y que pretenden justificar la subordinación del catalán argumentando una supuesta superioridad cultural, social y hasta democrática del castellano). Pero la sociedad catalana es como es, desde hace un siglo.

En lugar de repetir el manifiesto de Els Marges hasta la saciedad, ¿no es hora ya de deslindar los fundamentos románticos de las posiciones lingüísticas? ¿No es hora ya de abandonar la idealización del Noucentisme que impide reconocer las contradicciones que anidaban en la Catalunya de 1909? ¿Acaso no existió la Setmana Tràgica? ¿Acaso las matanzas catalanas en tiempos de la guerra las provocaron agentes externos? ¿A una inteligencia como la de Solà no le tienta estudiar una vía nueva que no nos obligue a escoger entre hecatombe y asimilación? ¿No le tienta aceptar el principio de una realidad catalana en irreversible mezcla identitaria, política y cultural? ¿No le tienta encontrar fórmulas para mantener a flote nuestros dos grandes tesoros: la concordia civil y la pluralidad cultural?
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